
IGLESIA
DE SAN VITAL EN RÁVENA. SIGLO VI DC.
Esta ciudad de la costa
del Adriático adquiere importancia con el traslado a ella de la
corte imperial en la época del emperador Honorio, hijo de Teodosio.
Es la segunda capital del mundo bizantino durante el siglo VI y su ciudad
más importante en la parte occidental. Durante el siglo VI, se
da el mejor conjunto de edificios bizantinos; esta época es considerada
como el Siglo de Oro de dicha arquitectura: San Apolinar in classe, San
Apolinar il nuevo y San Vital.
Junto con Sana Sofía de Constantinopla, aunque a gran distancia,
San Vital es el monumento más logrado de la época de Justiniano.
Las relaciones entre San Vital y la iglesia de Constantinopla de los Santos
Sergio y Baco parecen evidentes. El mismo espacio octogonal, con exedras
caladas, presidido por la cúpula y el mismo deambulatorio anular
constituyen en ambos casos el esquema planimétrico.
-La planta: planta central, octogonal, que está precedida de un
nártex y un atrio, aunque este último hoy día no
existe. El nártex se alarga por dos lados del octógono.
Tras los dos lados del octógono y el límite del nártex
o pórtico se configuran dos espacios triangulares a cuyos lados
se apoyan las dos torres escaleras, que servirán para acceder tanto
a la parte superior del pórtico como a la tribuna de la parte superior.
Las caras exteriores del octógono están partidas por pilastras.
Profundo presbiterio y ábside que le continúa. A ambos lados
del ábside se sitúan dos pequeños espacios rectangulares
que comunican con dos pequeñas capillas circulares, que, a su vez,
rematan en otros espacios rectangulares.
En realidad se trata de un espacio interior único, sabiamente organizado
con la ayuda de apoyos, pilares y columnas, entre la sala central octogonal
y el deambulatorio. Unos amplios vanos abiertos aseguran la comunicación
entre estas dos partes del edificio.
-El alzado: la forma geométrica de la planta condiciona toda la
estructura del edificio. El vértice de la cúpula y los correspondientes
puntos externos sobre la planta configuran un triángulo equilátero.
Esta forma, además de la referencia simbólica a la Trinidad,
condiciona todo el plan del alzado. Se trata de algo totalmente nuevo
y desconocido en que se conjugan las novedades de Oriente y Occidente.
La cúpula se eleva a gran altura, sobre un tambor octogonal, posibilitado
porque el material empleado para su construcción no fue el ladrillo,
sino tubos huecos de tejas enchufadas en hileras horizontales, que evitan
el excesivo peso. Así se permitía elevar y cubrir grandes
espacios sin el problema de los empujes derivados de materiales más
pesados.
Bajo el tambor, el cuerpo del edificio se ensancha en otro octógono,
salvándose esta distancia, al exterior, por un tejado que arranca
del nivel de ventanas del tambor. En el interior, bajo la corona octogonal
de la que arranca el tambor, ocho grandes pilares se prolongan hasta el
suelo. Estos pilares culminan en unos arcos de medio punto que ocupan
los lados del polígono y los entrelazan entre sí. Entre
los pilares, dos pisos de tres arcos de medio punto, apoyados en dos columnas
con basas escalonadas y cimacio sobre capitel, van girando, cerrando,
enmarcando dichos espacios, creando unas exedras que, como anillos, configuran
este espacio central.
Entre estos apoyos y el muro se crea otro espacio, que, a su vez, se divide
en dos pisos: el inferior o deambulatorio y el superior o tribuna. La
cubierta se realiza a base de unas bóvedas de arista en cada lado
del octógono. A través de las arcadas, se comunican los
dos espacios del interior de la iglesia, siendo uno la continuación
del toro, y creando un espacio único.
Uno de los lados del octógono exterior e interior se interrumpe
para dar lugar al presbiterio, rectangular que cierra en un ábside.
Se accede al presbiterio a través de un gran arco y se cierra con
el ábside. El presbiterio está cubierto con una espléndida
bóveda. Este ábside está formado por un espacio semicircular,
como un gran arco de triunfo inscrito en una bóveda de cuarto de
esfera, en el que se abre un triple ventanal. Un muro prolonga este espacio
semicircular, en el que también se abre un triple ventanal, separado
por dos columnas.
-Los materiales: el ladrillo constituye el elemento básico de la
construcción y representa la tradición central de la arquitectura
bizantina. Los arcos, las bóvedas y cúpulas se construían
exclusivamente de ladrillos; también utilizaban hiladas de mortero.
Después eran recubiertos en algunas zonas por mármoles y
una rica decoración.
-Los vanos: los muros del octógono se interrumpen para dar cabida
a una serie de ventanas que dan una gran luminosidad en el interior del
edificio. Existen dos hileras de ventanas, superpuestas, alrededor del
gran octógono exterior, correspondiendo seis, tres sobre tres,
en cada uno de los lados, excepto en el que están colocados el
presbiterio y el ábside.
Cada octógono está dividido en tres franjas verticales formadas
entre dos pilastras de escaso resalte y otras dos más gruesas en
los ángulos. Una cornisa horizontal, a su vez, marca, divide y
diferencia claramente los dos pisos. En cada uno de estos seis espacios
del octógono, como en una malla, se sitúa una ventana con
arco de medio punto, haciendo que el muro quede aligerado y dé
una sensación de gran equilibrio.
Rematando el octógono, se superpone otro de menores dimensiones
sobre el que cierra una cúpula. En este segundo cuerpo, que funciona
como un tambor, se abren también ocho grandes ventanales, uno en
cada lado, que dan una gran ligereza a la cúpula y aumentan el
sentido de la verticalidad tanto en el exterior como en el interior de
la iglesia.
-Elementos de soporte y descarga: Los constructores del edificio de San
Vital conjugaron tan hábilmente todo el sistema de carga y contrarrestos
con un sistema tan admirable como pocas veces se ha conseguido en la historia
de la arquitectura. La solidez y la ligereza forman una síntesis
admirable, y sin duda la herencia oriental está presente.
Los empujes generados por la cúpula son recibidos por el tambor
octogonal. Los pilares y columnas del interior, así como el propio
muro exterior ayudado por las pilastras, que funcionan como contrafuertes
son elementos claves en el sistema. Pero las propias bóvedas de
la tribuna, y deambulatorio a la vez que generan empujes, sirven de contrarresto.
Por otra parte, en la zona del ábside, puede también observarse
el escalonamiento descendente de los empujes desde la cúpula hasta
el suelo, a través de una perfecta articulación a semejanza
de la iglesia de Santa Sofía: cúpula-muro del tambor-bóveda
de la tribuna-muro del octógono-ábside-capillas absidiales-zonas
rectangulares-suelo.
-Valoración estética:
-Desde el exterior: Simplicidad y claridad arquitectónica.; Concatenación
armónica del muro y el vano, del vacío y el lleno; ritmo
conseguido a base de la repetición de un módulo; equilibrio
de lo horizontal y vertical, compensándolo mutuamente los listones
verticales de las pilastras y las cornisas del tejado y de entre pisos;
perfecta articulación de los volúmenes del conjunto absidal.
-Desde el punto de vista del interior: Máxima sugestión
provocada por el giro de las pilastras y columnas, revestimiento de los
preciosos mármoles, los delicados trabajos de los capiteles y los
riquísimos mosaicos; intención espacial consistente en dilatar
el octógono, negar su forma cerrada geométrica, ampliar
indefinidamente el espacio; eliminación de toda sensación
de peso y de sostén, convirtiéndose en algo sutil y casi
inmaterial; ordenación rítmica y a la vez dinámica;
predominio de la verticalidad y ascensionalidad, conseguido, tanto por
unos esbeltos pilares, como por la cúpula que corona el espacio
sobre las ventanas del tambor; el presbiterio no hace sino enriquecer
los puntos de vista y convertirse en un elemento de fuga que dinamiza
más todo el conjunto; en definitiva, el interior contrasta enormemente
con la austeridad del exterior.
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