IDEAS
GENERALES E INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
El
arte plenamente paleocristiano, es decir, el que se desarrolla a partir
del Edicto de Milán (313) debe ser considerado en una doble vertiente:
de un lado su carácter iniciador de la simbología cristiana
a partir del marco histórico del ocaso del imperio de Occidente,
y por lo tanto de antecedente directo de las expresiones del arte religioso
durante la edad media europea, y de otro, por su relación directa
con el arte bizantino.
Lo más importante de este arte protocristiano eclosiona en los
siglos IV y V de nuestra era, aunque todavía en etapas posteriores
conviva con las creaciones de los pueblos germánicos con las que
a veces se confunde.
Fundamentalmente debemos al paleocristianismo, ya se ha dicho, la incorporación
de múltiples símbolos cristianos a las obras artísticas
(Crismón, Buen Pastor, Cordero, Paloma, Pez …), así
como de temas recurrentes (Adoración del Niño, Resurrección
…) iniciada ya desde la etapa de las catacumbas. Pero también
aporta, tras la legalización y oficialización de la nueva
religión, la estructura básica de los templos cristianos.
La basílica paleocristiana, dotada de una planta de tres naves,
cruzada por el transepto y rematada en un ábside semicircular será
desde entonces el modelo básico que se seguirá siglos más
tarde tanto en los templos románicos como en los góticos.
A ella hay que añadir la novedad de los edificios centralizados
como el baptisterio o el Mausoleo, de planta circular o poligonal. Y no
debe desdeñarse la aportación de este arte en el terreno
de la miniatura y de la metalistería, pues merced a los manuscritos
miniados y a los objetos de culto ricamente labrados como cálices,
ampollas de agua, etc., se pudo difundir con más eficacia la iconografía
cristiana por todo occidente.
El entroncamiento del arte paleocristiano con el bizantino ha que entenderlo
como la pervivencia y posterior evolución de aquel en el Imperio
de Oriente, por cuanto el primer arte bizantino no es sino el arte paleocristiano
que se desarrolló en la zona oriental del Imperio, antes y después
de la división.
No cabe duda de que los casi mil años que se aceptan como duración
de esta unidad política heredera de Roma, permitió al arte
bizantino experimentar algún tipo de evolución, pero lo
cierto es que en él se dieron una serie de características
que permanecieron bastante estables y que propiciaron que a su vez desde
oriente pasase a occidente, tanto al ámbito cristiano como al islámico,
la influencia bizantina, especialmente a través de Italia. El arte
bizantino desarrolló con notable eficacia la construcción
de unas basílicas centralizadas de planta en cruz griega, en las
que sobresalían dos elementos arquitectónicos primordiales;
las inmensas cúpulas sobre pechinas o sobre tambor y la extraordinaria
profusión ornamental de sus interiores frente a la austeridad del
exterior; pero también fue al arte de los iconos, de los mosaicos,
de los libros miniados y de los esmaltes.
Durante siglos la cultura y el arte de la antigua Bizancio, de la Costantinopla
medieval y de la actual Estambul turca fueron un referente para el resto
de las culturas que convivieron con ellas, y un medio que permitió
transmitir a la posteridad la fusión de la tradición helenística,
la cultura romana y la visión cristiana de la Iglesia ortodoxa.
No obstante, la caída de Constantinopla en 1453 no supuso la desaparición
total de las expresiones artísticas propias de esta cultura, pues
algunas de sus formas persistieron después en Rusia y en el sureste
de Europa.
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