La llegada a España de la dinastía de los Borbones no fue fácil.
Se produjo con un conflicto: la Guerra de Sucesión española (1700-1713).
El último rey de la Casa de Austria, Carlos II murió sin descendencia.
En su testamento había nombrado como heredero a un borbón, Felipe
de Anjou, nieto del rey francés, Luis XIV. Ante este hecho, Inglaterra,
Holanda, Portugal y Austria formaron una alianza para evitar que un monarca
borbón llegase a la Corona de España, y defendieron al Archiduque
Carlos, como pretendiente al trono español, frente a castellanos y franceses.
La participación de Portugal en este conflicto convirtió nuevamente
a Extremadura en escenario de la guerra. En efecto, tropas portuguesas invadieron
nuestra región a partir de 1705. Extremadura, que apoyaba a Felipe de
Anjou, sería una de las regiones más gravemente afectadas por
la guerra. Las consecuencias fueron diversas y especialmente dramáticas
para las poblaciones fronterizas: numerosas pérdidas humanas, desplazamientos
de población, destrucción de cosechas, saqueo de ganados, levas
militares, impuestos extraordinarios, tránsito y alojamiento de tropas… El
fin de la guerra trajo el reconocimiento internacional de Felipe V de Anjou
como rey de España, a cambio de la pérdida de importantes territorios
que habían sido españoles.
Felipe
V reinaría entre 1701 y 1746 y sería sustituido por
su hijo, Fernando VI (1746-1759). Éste se casó en
Badajoz (20 enero de 1729) con la princesa portuguesa Bárbara de Braganza. Carlos
III, hermano de Fernando VI, reinaría entre 1759 y 1788. Finalmente,
durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), España
se ve envuelta en las turbulencias de la Revolución francesa, siendo
Extremadura una de las zonas más afectadas. En efecto, en 1801 una brevísima
y victoriosa guerra contra Portugal (Guerra de las Naranjas),
dirigida por el primer ministro, el extremeño Manuel Godoy, permite la recuperación
de Olivenza y su término para España, y su incorporación
al territorio extremeño.